jueves, 16 de junio de 2011

Back to the outback





Los viajes que hice a Australia fueron como pesadillas interminables. La distancia existente entre éste continente y España , es rompedora, aplastante. El primer viaje que yo puedo recordar fue a los 8 años. Me negaba en rotundo a dejar a mi abuelo, a mis familiares y a mis perros, para irme lejos muy lejos y según las conversaciones que escuchaba de los mayores, para no regresar jamás. La despedida en Barajas fue traumática para mi. Fue en Enero del 72 y llevaba puesto un trajecito de pantalón de cheviot beige y el pelo trenzado. Mi abuelo me había regalado un reloj de esos que la numeración es fluorescente y durante el viaje, según iba cambiando la hora, yo iba cambiando la del reloj palante y patrás y, debido a tanto cambio y que el mecanismo de este pudiera estar defectuoso, cuando llegamos al destino, este dejó de funcionar. Aquel avión que llamaban Jumbo me parecía un enorme monstruo barrigudo y cabezón. No entendía como algo tan pesado pudiera volar y estaba aterrorizada. Por aquella época, en Barajas, existía una terraza al aire libre desde donde se podía despedir a los viajeros.
Desde la ventanilla, podía ver a mis familiares tirándonos besos a la vez que el avión se alejaba para tomar pista y despegar. Despegar es la palabra, o , despegarse… Mas de 24 horas de vuelo y 40 de viaje. Vomitando, mareada, dolida, enfadada… no entendía por qué mis padres habían hecho eso, marcharse de España.

Se escucha una voz que no entiendo su significado y mi hermano nos traduce: Señores pasajeros abrochense los cinturones de seguridad que en breves minutos aterrizaremos en el aeropuerto de Perth. Eran las 04:00 y la luz que entraba por las ventanillas era de un rojo anaranjado deslumbrante. Miro por una de ellas y veo una inmensa pradera verde esmeralda que rodeaba el aeropuerto y las pistas y, flipo… que es este lugar.

Perth es la primera puerta de entrada, de ahí a Sydney y después al destino final, Canberra, unos 4500 kms solo en el trayecto interior.

Obviamente – y gracias al cielo- mis padres regresaron a España 4 años después aunque, dejar Australia después de este periplo, me costó otro sufrimiento. Regresé otra vez a los 19 y dos años después regresé a España definitivamente. En esta ocasión, no sentí nada al dejar este país tan apasionante y cautivador pero, supe, que esa sería posiblemente, la ultima vez que pondría los pies allí.

Hoy, estoy planeando un viaje a Australia. Un viaje que tengo en mente desde hace casi 18 años, justo desde el momento en que nació mi hijo, Arturo. Cuando le tuve en mis brazos por primera vez, tan cerca de mi corazón, percibiendo ese olorcito tan específico de un ser recién llegado, supe que tendría que llevarle a Australia, que ya había una razón muy concreta para regresar, que aunque tendrían que pasar muchos años aun hasta que este ser tuviese fuerzas para soportar el viaje y, ante todo, soportar la prueba a la cual se tenía que enfrentar, el desierto Australiano, para una vez allí, ir en busca de ese monolito natural, esa fuente de energía vital llamada “Ayers Rock”. A pesar de los estragos, estos casi 18 años, han pasado como si de segundos se hubiese tratado.

3 comentarios:

  1. Impresionante entrada, al leerla da la sensación de que un círculo se cierra. Ahora entiendo la coincidencia de títulos con el cuento que puse en mi blog, pero este me parece mucho mejor.
    Imagino que tendrás unas vivencias realmente memorables. Supongo que este blog no podía llamarse de otra forma: Ayers Rock. Sería estupendo leer nuevas impresiones de este otro viaje.
    Un saludo.
    (firmo porque blogger no me deja poner el enlace, pasa a veces)

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  2. Vengo aquí a traves de Chiqui. he leido tu historia y te mando esta otra. Visité Austrália el 2002.pero hice el camino inverso al tuyo. Entré por Sydney y salí por Perth, despues de visitar a mis paisanos en New Norcia. (no soy el autor del artículo)

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  3. Gracias por el artículo. Sin lugar a dudas que visitaré New Norcia. Un abrazo! Sila

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