miércoles, 15 de septiembre de 2010

Leerse...

Hace unos años, después de haberme divorciado del hombre con el que había compartido casi 28 años de mi vida, encontré en un cajón del que había sido de su uso personal, unas cartas amarillentas con unas señas que yo reconocía perfectamente y una caligrafía visiblemente de adolescente. Estas señas o dirección se trataban del acuartelamiento donde por entonces mi novio se encontraba cumpliendo el por entonces obligatorio Servicio Militar. Esa caligrafía, se trataba de la mía propia a los 14 años de edad. Pude observar de qué manera mi caligrafía había variado con los años. Rápidamente saqué el folio que se encontraba dobladito en el interior del sobre y empecé a leer despacio cada línea y vuelta a empezar.. y bastante entristecida, me dí cuenta que al igual que la caligrafía había variado, también lo habían hecho mis sentimientos ... me preguntaba a mi misma reprochándome, si aquella que escribió aquellas cartas de amor había sido yo o se trataba de otra persona… y sí, era otra persona, se trataba de una niña de 14 años que escribía acerca de algo muy importante, sin tener conocimiento de lo que ello significaba realmente… y ello, inconscientemente la ató al receptor de las mismas durante todos estos años. No hace tanto, él me preguntó por las cartas que había dejado en el cajón y muy dolorido me confesó que jamás hubiera pensado, basándose en el contenido de las mismas, que yo hubiese tomado la decisión de acabar con lo nuestro. Yo le dije, que benditos aquellos momentos que compartimos pero que las cartas no eran una sentencia a cadena perpetua y , que al igual que la caligrafía nos varía a todos en nuestra etapa de evolución y no lo podemos remediar, que en cuestión de sentimientos sucede algo parecido, y que cuando se precisa remedio para mantenerlos, mejor no insistir. El amor es algo que llega y existe y no se sabe por que, cuando se intenta averiguar el por qué, se estropea. He guardado las cartas y se que jamás las leeré de nuevo, son evidencia de algo que pasó, justo eso, pasó…

Después de este encuentro con las cartas, he repasado escritos que tengo desperdigados y a veces me desconozco y descojono de mi misma leyendo lo que en su momento suponía un mundo inalcanzable o amenazante y que hoy día carece de importancia, es como un autoanálisis de mi propia evolución. No nos damos cuenta del cambio que vamos experimentando porque va formando parte de nosotros –como el envejecer- pero considero que es bueno darse cuenta que somos cambiantes para así aceptar a los demás y sus propios cambios.