miércoles, 8 de junio de 2011

Sí o sí

No creo que el momento perfecto para morirse exista. Por muy preparados que estemos para este “evento”. Por mucho que creamos en la reencarnación. Por muy convencidos que estemos de que esta vida tan solo es el aula de ese constante aprendizaje que nos servirá como experiencia en próximas vidas. Por muy camicace que seamos de nuestras creencias ya sean o no religiosas, seguro que en ese último instante antes de dar ese paso obligatorio final, nuestra intención es la de recular.

Ayer, me enteré de un triste suceso. La esposa ( 47 años) de un conocido, había sido intervenida quirúrgicamente de una hernia discal el Lunes y, no salió de la anestesia.
Y, pienso. Donde está? Ya sé donde está pero, me pregunto si esta manera de morir es igual que otra cualquiera. Posiblemente, ella , dejó sus zapatillas al lado de la cama de la habitación del hospital con idea de ponérselas al cabo de unos días una vez recuperada… es lo lógico. También, posiblemente dejó su camisón debajo de la almohada en su casa para ponerse al irse a dormir, la noche de su llega a casa de regreso del hospital. Seguro que dejó ropas limpias para sus dos hijas y su marido. El frigorífico lleno de comida para que no les faltase en su ausencia…. en su ausencia.
Será “mejor” morir poco a poco para poder recapitular nuestra vida, para poder despedirnos de nuestros seres queridos, para que estos se hagan a la idea de nuestra próxima desaparición/partida y que ellos se familiaricen con el proceso en sí. Está claro que forma parte de la “preparación” observar como todos vamos llegando al mismo lugar, lo que no se sabe es si todos vamos llegando de la misma manera.

Si la sensación de la anestesia es el mismo para todos y, recordando cuando yo fui intervenida de urgencia hace unos cuantos años, si en aquel momento no despierto, todo hubiese sido igual que si hubiese muerto en ese instante, me pregunto. Es esa la sensación más allegada a la muerte, o , lo son los minutos anteriores, ya que estos son los últimos que vamos a vivir en caso de no despertar. Recuerdo las últimas horas antes de mi intervención, yo podía notar como mi cuerpo se apagaba, como mi mente se enfriaba al igual que lo hacía mi cuerpo y mi alma. Solo sentía lástima y todo me daba igual pero, que hubiera sentido de haber tenido hijos por entonces. Seguro que mi lástima, esa pena de mi misma, hubiera desaparecido y solo hubiera pensado en esos hijos que si algo no lo remediaba, se quedarían sin madre. O, en realidad, solo hubiera pensado en mi, la que se estaba marchando de este mundo. Quien sabe a ciencia cierta que es lo que sucede instantes antes de la muerte, que es lo que se siente, en que pensamos. Nadie lo sabe. Por mucho que leamos en cientos de libros, las cientos de formas de morir y lugares donde iremos una vez llegados a este punto. Nunca lo sabremos pues no estaremos al día siguiente para contárnoslo.