Indudablemente, el paraíso no es un lugar especifico. Carece de color,  textura o forma, solo es una percepción, una sensación de bienestar que  todos perseguimos. El paraíso es algo que llevamos en nuestro interior  pero que no dejamos que aflore, precisamente porque el concepto  ¨paraiso¨ al que nos referimos, es erróneo. Lo que conocemos como tal,  es la fotografía que nos han vendido y esto, es lo que pretendemos  encontrar. Un lugar lleno de palmeras, aguas cristalinas de color azul  turquesa. Una extensa e interminable pradera llena de flores silvestres  de mil colores con un único árbol también en flor y, un cielo azul  angelical. Cualquier escenario de este tipo, o, cualquier otro de  nuestro agrado, se le llama paraíso. ¿por qué no? pero, una vez aquí,  nos encontramos en el paraíso o creemos estar porque así nos lo han  contado.  EL paraíso no existe o, al menos, deja de existir en el  momento en el que se interpreta mal el significado. El paraíso es el  paraíso mientras éste sea una ilusión, mientras soñemos con ello,  mientras sea inviolable. Una vez violado, se convierte en un negocio, en  el momento en que se convierte o convertimos en algo meramente  material. El paraíso en este estado, se puede convertir en nuestro  infierno, en esa trampa que nos lleva a la condena eterna.
El paraíso no se comparte, es intransferible. El paraíso no es algo que  alguien construye para ti y, tú, no debes intentar construir uno para  otros. El paraíso que es bueno para ti, deja de serlo para el otro ya  que lo has construido basándote en ti mismo. Nadie quiere un paraíso  ajeno, al menos, no por mucho tiempo. Los paraísos son independientes y,  dentro de su independencia, se pueden allegar. Llegan para ser  disfrutados en su gran momento y en breve se van, con la intención de  regresar en cualquier instante, solo hay que estar dispuestos a  acogerles según vengan. Estos momentos precisos, son el paraíso.
martes, 11 de enero de 2011
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