martes, 15 de marzo de 2011

vida de perros

Si hago recuento, habré tenido en total , a lo largo de mi vida, al menos 20 perros. Obviamente, no uno sucediendo a otro habiendo gastado sus vidas. Sino a veces uno, otras 3 y hasta 5 a la vez.
Recuerdo a casi todos. El Rinti, la tula, el pancho, el ceneque, el tobi, el fifi, el niki y el que convive en casa, en la actualidad, el Gran Rusty!!

Vivía en Carabanchel, en la casa donde había nacido mi madre. Había un enorme patio que daba a la calle, tapiado de mala manera con ladrillos de esos hechos de barro y cocidos al sol. Unos encima de otros hasta una altura de algo más de un metro, sin cemento, con la sola sujeción de su propio peso.

En el patio, era mi lugar preferido, no solo por ser eso, un patio, sino porque allí disfrutaba de la compañía de todos mis amigos, los perros.

Curiosamente, cada uno de ellos era poseedor de distinto carácter. Digamos que cada uno tiene su propia ¨perronabilidad¨. Rinti era vivo y audaz, cada vez que cruzaba la pista, miraba a un lado y a otro antes de correr para pasar al otro lado. Tula era fina como ella misma y, siempre tenía una ristra de perros salidos tras ella. Pancho era delicado y, comía con tanta finura y tranquilidad que le dejaban a dos velas. El ceneque era mi preferido, era un perro de mil mezclas, de gran tamaño y de gran corazón. Nos adorábamos mutuamente. Cerca de casa, había un matadero y, ceneque se saltaba la valla cuando le daba la gana - al igual que los demás- y de vez en cuando traía algún hueso... bueno, se puede decir que una quijada de oveja o un cráneo de cerdo, son huesos. Cuando me veía aparecer en el patio, venía cargado con su hueso y me lo depositaba ante los pies sin dejar de mover el rabo y sin quitar la vista al hueso. Yo hacía que se lo quería quitar y el rápidamente lo cogía y se piraba corriendo. Por las noches, se montaban unas fiestas de la leche. Al patio se colaban otros perros del barrio y junto a los míos, disfrutaban de ese espacio libre, pero que al menos les proporcionaba pan duro y restos de comida. En el verano, con las ventanas abiertas, no había quien durmiese de tando escandalo que liaban y mi padre salia y les tiraba una piedra y durante un rato, parece que conciliabamos el sueño. Mis perros, tenian una vida propia, una vida social entre ellos. Se iban de juerga por las noches, por el día dormian la mona al sol, comian a deshoras. Eran libres. Si me paro a pensarlo y analizo aquellos momentos, la Dama y el Vagabundo, no son ningun cuento.

Vivo en Carabanchel, aunque en otra parte del barrio. Han pasado varias décadas desde aquellos momentos que pasaba con mis perros. Ahora, tengo perrro, el Gran Rusty!!! Ahora, vivimos en una época de gran ¨confort¨y, ya no se ven perros por la calle como entonces, viviendo sus vidas. Sino , que se ven perros atados paseando a sus amos. Perros que se pasan gran parte del día encerrados entre cuatro paredes, esperando a que llegue su dueño para que le baje a mear y a cagar en las aceras y en los parques. Esperando a que les pongan en un bol un poco de comida especial para perros. Y mañana, vuelta a empezar.

Voy a hacer una mala comparación, pero que sin malas intenciones, se interpretará correctamente.

Imaginaos y transformar a los perros en las personas de aquella época. En aquella forma de vivir. Los comparo con los niños jugando en las calles, compartiendo alegrias y penas, riendo sanamente, comiendo lo que había, pero acompañados, en familia. Imaginaos a los perros de hoy en día e igualmente transformarlos en como vivimos las gentes de esta época. Su forma de vida, la soledad de la casa mientras sus dueños estan fuera, trabajando o divirtiendose. Esos perros que se tienen porque hay que tener perro. Me recuerdan tanto a los niños de hoy día. Solos en casa largas horas, esperando a que alguien llegue para que les den algo de ¨comer¨ y escasamente tener contacto ni dialogo. No me extraña, que a veces, estos muerdan.