viernes, 12 de marzo de 2010

Ítaca


Todos, a veces, padecemos el síndrome de Ulises.

Cuantas veces no nos hemos rezagado o aplazado una situación.. no queremos partir, pues estamos disfrutando del momento y, tememos ponerle fin por no saber si lo que nos espera es al menos igual de agradable a lo que estamos viviendo en ese momento…especialmente si de algo personal se trata. Por ejemplo, no querer dar la cara a la realidad y alargar el momento para encontrarnos con el hogar, que en realidad, puede suponer para nosotros el infierno. Regresar cada día al mismo puesto de trabajo que llevamos desempeñando montones de años seguidos y,que no nos motiva absolutamente nada.

Son muchos los que su vida social se desarrolla en el trabajo: comidas, cenas de negocio,tenis, padel con los compañeros y, brevemente cada día y cuanto más tarde mejor, a casa, a la rutina del matrimonio, a esa que este ha colaborado en consolidar... los hijos,el perro. Los fines de semana también hay que buscarse algo para escabullirse... clubs de futbol, de ciclismo(de carretera o de montaña)carreras, paseos, museos... el caso es buscar actividades para no permanecer en la rutina que hemos creado para los que dejamos atrás, en casa y, a la vez estos, seguro también buscan y realizan sus propios viajes a Itaca… regresar puede ser tan duro.El miedo a no poder superar encontrarse consigo mismo y aceptarse, y ante todo, no aceptar lo que se ha creado, es lo peor que nos puede pasar. El circulo Ulises se puede diversificar y asociar a muchas situaciones cotidianas... saber lo que posees en este instante, lo que estas viviendo TÚ como individuo y,lo que puedes perder con el regreso no es fácilmente digestible.

Esto es de Richard Burton:


"Uno de los momentos de mayor alborozo en la vida del hombre, creo yo, es el momento de emprender un largo viaje hacia tierras ignotas. Desperezándose, despojándose con un poderoso esfuerzo de todas las trabas que nos impone el hábito, el plúmbeo peso de la rutina, el manto de tantas cuitas y la esclavitud del hogar, uno vuelve a sentirse de nuevo mucho más feliz. Fluye la sangre por las venas con el ritmo vivaz de la infancia... Un viaje, de hecho, atrae a la imaginación, a la memoria y a la esperanza; las tres gracias de nuestra esencia moral”