Cruzar el Canal de Panamá, aún a la edad de 13 años, fue una de las experiencias mejores de mi vida. La familia regresaba a España después de años trabajando y vivieno en Australia. Entramos por el Pacífico, teniendo que hacer el barco noche en el Golfo de Panamá, justo antes de pasar el puente de la Américas, allí habían esperando su turno, al igual que nosotros, unos 20 barcos entre trasatlánticos, mercantes, veleros, yates de un lujo inimaginable, todos esperando impacientes el momento de adentrarse en las esclusas del canal.
Mi padre, nos obligó a irnos a dormir pronto pues, él no quería que ninguno de nosotros se perdiese contemplar y disfrutar del espectacular viaje que nos esperaba a la mañana siguiente, cuando nos tocase el turno- esto que hizo , es algo que siempre le agradeceré-.
El Golfo estaba precioso de noche, las luces de los barcos haciendo casi un corro entre si y, las de las diminutas casitas entre la oscuridad de la montaña y, las de ciudad de Panamá, a lo lejos, era espectacular.
Llegó la mañana y con ella, el momento deseado, los trenecillos tirando de cada lado del barco para depositarlo en la primer esclusa a medio llenar, se cierran las enormes puertas que parecen hechas de retal de metal, con enormes tuercas y tornillos que sujetan las enormes láminas aceradas y , que parece que en cualquier momento la presión del agua les pudiera hacer reventar y saltar por los aires... estas, se cierran por completo quedando el barco dentro, atrapado elevándose y avanzando, todo a la vez, una y otra vez hasta 3. Crees que ya se ha acabado pero en realidad , solo ha empezado lo mejor pues, llegas a un lugar que parece y no parece, que existe pero no lo crees, llegas al Lago Gatún!! allí , en esa balsa de naturaleza salvaje, intentas respirar pero el asombro de contemplar tal lugar, no admite aire en tus pulmones, reaccionas y, te auto-convences de que es una realidad y entonces, empiezas a disfrutar de lo que te es ofrecido por la madre naturaleza, navegas y navegas a través de manglares y no deseas dejar de estar allí arriba, pues ese lugar es el cielo del universo, no comprendes, aún sabiendo cómo, pueda estar allí, en medio de una montaña, un barco de tales dimensiones. Se aproxima la otra orilla y, nuevamente esclusas, atrás dejamos Lago Gatún y los manglares. Las siguientes esclusas, nos llevarían , pasando por Bahía Limón, al Atlántico, al Caribe y rumbo a Curasao, Acapulco y, por último a casa, a España. Atrás quedaron El Golfo de Panamá, el Puente de las Américas, las esclusas, el cielo del universo llamado Lago Gatún y sus manglares y, también Bahía Limón, allí quedaron, posiblemente, para siempre.
Analizo y comparo, ese viaje por el canal de Panamá, con el transito de las personas, a lo largo de la vida.
Cada esclusa se va llenando, para cada uno de nosotros, de los útiles básicos de la vida , como son el aprendizaje, conocimiento, dolor, alegría, pasión, amor, tristeza , y para otros, se llenan de alguna otra cosa más que, este, considere debe obtener o pueda llegar a conseguir . Una vez llegado al Lago Gatún – el Ecuador de la vida- todos deseamos permanecer allí con todo nuestro conocimiento y sabiduría el máximo tiempo posible, desearíamos mantener ese estatus, esa condición física o al menos, no envejecer demasiado deprisa, para poder disfrutar de ese Ecuador lo máximo permitido pero, el barco navega, al igual que lo hace el velero, la barca y, también la patera , el descenso a la siguiente esclusa, es inevitable y, después de esa llega la otra y, tomes las esclusas de ascenso por el lugar que sea, tanto el Atlántico como el Pacífico, siempre llegamos a las que van en descenso,las que llegan al final de todo y que siempre desembocan en el mismo océano pues, entre si, todos se comunican.
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