lunes, 22 de noviembre de 2010

Miedo al miedo...

Hace unos años, cuando aún había un poco de todo lo que la naturaleza nos ofrecía y, a disposición de todos... recuerdo una noche de luna llena en la que decidí ir a coger cangrejos de rió. Mis padres tenían por entonces una casa en medio de un monte perdido y allí había un gran río y este, con la corriente había creado en un recodo, un chortal idóneo para ¨cangrejear¨. Se estaba de maravilla, la luna se reflejaba en el agua y provocaba agarrarla... allí era tan fácil compartir con el firmamento. Aunque era verano, a esas horas de la madrugada, se percibía un frescor purificante, los mochuelos, los buhos, los animales bajando al rió a beber agua tranquilamente, inmejorablemente acompañada. Eché los reteles y a esperar. La oscuridad y los sonidos de la noche empezaron a excitarme, notaba cada milímetro de mi piel, mis músculos empezaban a tensarse, no sé si por el fresco que hacía o porque empecé a tener miedo, la inmensidad de la noche me estaba atrapando y me sentía diminuta, no, diminuta no, casi inexistente. De repente, empecé a ver cosas que dudaba que estuviesen sucediendo. A unos 50 metros, veía luces por el medio del chortal y enseguida pensé que eso era casi imposible sin hacer ruido en el agua al caminar, a la vez imaginaba que en ese caso sería alguien en una barquichuela remando y que iba acompañado ya que no solo era una luz la que veía, sino que ya eran 4, claro , no podía remar a la vez que portar las 4 linternas, con lo cual deberían ser 5 en total. Mi cuerpo empezó a perder calidez, y mi nariz se congeló, el corazón se me salía por la boca y decidí prepararme sin hacer ruido, para lo que pudiese llegar a suceder. Me levanté con cuidado ya que estaba sentada en la hierba y me agencié un palo, vaya palo, como para defenderme de 5 supuestos atacantes. Pensé que de esa no iba a salir ilesa y veía mi cuerpo flotando por el río, ya que hasta me pareció ver que esos 5 traían palos aun más grandes que el que yo había encontrado. Ya no escuchaba a los buhos ni veia la luna reflejarse en el chortal y, mucho menos me importaban las estrellas. Me quede quietecita a la espera... al cabo de unos minutos las luces se hicieron más grandes y más hasta poder llegar a divisar a los cuerpos del delito.... un grupo de luciérnagas que se estaban paseando y disfrutando de la noche, tal y como lo estaba haciendo yo, al menos hasta que ellas aparecieron. En mi vida he sentido tanto miedo provocado por mi misma , por mi imaginación, como en aquel momento. Recogí los reteles y corrí campo atreves hasta llegar a la casa, aunque sabía que no había sido real, lo viví como tal y me atrapaba una sensación de alegría y aun de miedo, por tal y como la había vivido, con esa intensidad.

Siempre digo que, hay que tener miedo al miedo.

4 comentarios:

  1. Tienes razón , mi abuelo también lo decía ; y tambien decia que el miedo es aquello que nosotros imaginamos .
    Pero oye, yo te veo muy valiente , anda que pillarte un palo y esperar ...eso no es de cobardes,precisamente .
    Yo me hubiera pirao corriendo y gritando.
    Jaja.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Pues si, casi nada lo de coger el palo, yo tambien hubiera salido por pies.
    Lo que cuentas me recuerda a que, hace unas semanas, estuve con mi hermano en una isla de Suecia. Era de noche, paseabamos al borde de un prado, y vimos unas luces entre la espesura. No llegamos a saber lo que eran exactamente, pero estamos convencidos de que se trataba de hadas.
    un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Yo ya estaba pensando en fuegos fatuos; aparecidos y todas esas cosas que nos atraen y asustan
    ¡Menudo canguele tendría Sila!
    Ya he olvidado cuándo fue que vi una luciérnaga por última vez; de crío, las cazaba sin piedad para hacerme anillos luminosos; ahora, las invitaría a cenar
    El miedo puede hacer con nosotros lo que quiera, y casi siempre, es en nuestra contra

    ResponderEliminar
  4. Con tu permiso, espero, te pongo hoy en mi ventana.
    Mil besos desde el Sur

    ResponderEliminar