Me encanta pasear por el campo, observar los senderos que trazan los distintos animales. A veces, observando muy detalladamente, se puede apreciar como la gran mayoría, deciden ir por el mismo. Se diferencian en tamaño dependiendo de que animal lo frecuenta. Puedo observar la hierba más alta, abierta en canal. Posiblemente, debido a las dimensiones del surco, se trata de la ruta de los jabalís. A la derecha de esta, pero aún en el mismo espacio, hay un sendero más pequeño que cala entre la hierba, este, debe ser de los conejos. Se aprecia también los diminutos y súper limpios senderillos de las hormigas. Miro al cielo y, este, también está lleno de senderos. Los tordos, urracas, gorriatos, sobrevuelan el mismo área.. van y vienen, planean, se posan… Todos, absolutamente todos, van en la misma dirección. No necesitan más que seguir su instinto para llegar al lugar idóneo. Sigo el rastro pasando por los cultivos de maíz y alfalfa, los girasoles, las higüeras y al final del todo, el río. El río!!!! en ese espacio, justo en la orilla, se pueden ver distintos tipo de huellas: pezuñas de mediano y gran calibre, pisadas de lobo o perro salvaje, escarbaduras de conejo con sus correspondientes montoncitos de excrementos al lado. Me entusiasma comprobar el respeto que existe por el espacio de cada uno. Curiosamente, el jabalí a pesar de su poca delicadeza, consigue no pisar el sendero del conejo, y las hormigas, tranquilamente siguen por el suyo, ya que el conejo no se sale del suyo propio. Cada uno recolecta a diario lo preciso por el camino y llegados al río, comparten ese bálsamo, sin tener en cuenta su especie.
¡Que gran lección!
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En la naturaleza y en el comportamiento de los animales hay importantes lecciones a menudo olvidadas.
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