El Martes , aprovechando los días de puente, decidí ir al Ateneo de Madrid a ver un recital de guitarra. Todos los días hay algo interesante por las tardes, lo que ocurre es que, cada día hay que trabajar hasta tarde... Tal y como nos recomienda el ayuntamiento, utilicé el transporte público , la combinación de 2 autobuses me llevaría hasta la Pza de Neptuno. Al bajarme del primer bus, ya era casi la hora del recital y no tuve mas remedio que coger un taxi para este ultimo tramo ya que el autobús de origen, tardó 45 minutos en pasar y perdí mucho tiempo. Algunos taxistas, son gente interesante y este, lo parecía. Aparentaba unos 45 y era de buen ver. Empezó a hablar del ambiente Navideño de la capital y de las colas que se formaban en estas fechas ante las puertas de las administraciones de lotería mas populares. Yo añadí que todos de alguna forma deseamos el premio ¨gordo¨. El replicó; yo no busco el ¨gordo¨, soy muy afortunado en el amor y tengo trabajo. Yo añadí que a se tipo de gordo también me estaba refiriendo ya que no todos formamos parte de esas colas... Le dije que tenía razón, que mientras dura el amor de esa forma tan sublime, practicamente cubre todas las necesidades. Empezó a mirar por el espejo retrovisor... yo seguí hablando; el amor es maravilloso hasta con su consecuente desamor y éste, el desamor, es maravilloso ya que es el camino hacia otro nuevo amor, el uno no existiría sin el otro y ambos son igualmente maravillosos. Son sentimientos que se complementan. Son los ejes que sostienen al mundo. En ese instante llegábamos al final del trayecto, él se dio completamente la vuelta y me miró a los ojos fijamente y me dijo; ya sabes que los taxistas somos muy cotillas... y tú, en que momento te encuentras? me preguntó. Yo me encuentro en estado de transición, le dije. Ni aquí ni allí. Saqué el monedero, pagué la carrera y le desee mantener su suerte. Empecé a caminar y escuché su voz tras de mi, disculpa, espera! me giré y pensé que me había dejado algo en el asiento trasero y que me lo traía. Me paré y llegó a mi lado. Me gustaría que me permitieses caminar contigo hasta la puerta del teatro, me pidió... no dije ni si ni no, metí las manos en los bolsillos del chaqueton y empezamos a caminar. Solo fueron unos metros los que me acompañó y un adiós, pero suficientes para darme ese empujón a seguir adelante con otra energía. Estoy segura que él no supo ni porqué lo hizo pero a veces, las personas tenemos la necesidad de cuidar y dar amor a otros, aunque como en su caso, no me conociera de nada y posiblemente nunca nos volviesemos a encontrar. No sé lo que sentí, pero desde luego, seguro que algo así no me sucederá de nuevo en la vida. Por cierto, el recital, muy bueno. Posiblemente mejor que de no haber cogido el taxi...
El amor es maravilloso hasta con su consecuente desamor y éste, el desamor es maravilloso ya que es el camino hacia otro nuevo amor, el uno no existiría sin el otro y ambos son igualmente maravillosos. Son sentimientos que se complementan. Son los ejes que sostienen al mundo.
domingo, 11 de diciembre de 2011
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