Esta mañana he coincidido tomando café con mi querido amigo Teo, siempre que le veo me pregunto que de no haber regresado, de haber muerto, no hubieran nacido sus hijos, sus nietos ni biznietos y yo ahora, no estaría contanto esta historia pues, aunque todo sucedió y ha llegado a día de hoy, podría haber finalizado en el 1941.
Al finalizar la guerra Civil, al padre de Teo lo encerraron en un campo de concentración que había en Vallecas (Madrid) obviamente por rojo. Todo indicaba su inminente ejecución y así lo entendió Teo, tanto temía por la vida de su padre, que investigó a través de un chaval conodido suyo (él también lo era) que si él, Teo, se enrolaba como voluntario, a su padre le liberaban bajo escrito jurado. Teo no lo dudo y se dirigió al lugar donde le ofrecían la libertad de su padre a cuenta, posiblemente de la suya propia... según se aproximaba al lugar, un edificio de la Gran Via Madrileña preguntó para más exactitud a un señor uniformado; Señor , en que número de la Gran Via enrolan voluntarios? el caballero le contestó; chaval, solo tienes que buscar un edificio en el cual hay 5 flechas cruzadas, ese es el lugar que buscas. Teo quedó impresionado al llegar y realmente observar que las flechas cruzadas abarcaban la pared completa del edificio y su alma casi perece pero, era eso, o la vida de su padre... Teo pensó que su padre nunca le perdonaría, que no solo había hecho trueque de vidas, sino que se había enrolado con el bando contrario.... en la División Azul.
Estuvo 3 días en Logroño, después en un tren hasta Francia y rumbo a Alemania y de ahí a Pusky hasta la llegada del momento de la ofensiva. El 10 de Febrero de 1943 fue apresado y encerrado en la carcel de Leningrado durante 6 meses y pasados estos, él y un grupo de Españoles fueron llevados al campo de concentración de Kranivor y a las minas de Kirova durante 10 años. Mientras me cuenta sus vivencias le digo, que frió en Kranivor?(no sabía que otra tonteria decirle en ese momento) y me contesta con los ojillos aguanosos, no Sila, el pico y la pala me daban calor, por las noches en los barracones, dejaba de sentir mi cuerpo, solo el calor de mi corazón y la ilusión de regresar a casa algún día me proporcionaban la enérgia para seguir un día más.. Aquí es España, todos pensaban que había muerto ya que les habían enviado un parte certificandolo. En 1951 el buque Semiramis, traía de regreso a cientos de Españoles que habían estado presos en aquellos campos de concentración y entre ellos, llegó mi amigo Teo... solo unos días antes de la llegada, su padre había averiguado que su hijo no había muerto y quiso mantenerlo en secreto para que cuando él y su esposa supuestamente iban a recoger las pertenencias de su hijo desaparecido, lo que ella se encontrase, fuese ni más ni menos que a su niño regresando de la muerte.
En nuestro encuentro de hoy, Teo me ha traido una casita diminuta de madera que el talla con gran capacidad, según dice, tuvo mucho tiempo para aprender a hacerlo mientras estuvo en el campo de concentración, también me ha traído té que él recolecta de los montes cuando va a su pueblo, le cuesta mucho hacerlo ya que va con muletas... ahhh olvide comentar, que al regresar de Rusia, le tuvieron que amputar una pierna debido a la gangrena, esto, según él no es nada, lo importante es que en 10 años de trabajos forzados y encierro, nunca le amputaron las ganas de vivir...
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La guerra siempre deja un rastro triste, miserias e injusticias; celebro que la enterezaq de Teo le haya permitido volver a su patria con los suyos; es lo menos que se merecía tras tanta peripecia.
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