Si todo aquel que tiene o provoca un accidente, analizase el porqué del hecho, en la mayoría de las ocasiones, se daría el caso de que, éste, estaba en una situación u estado anímico ¨anormal¨. Casi todos los resultados de nuestros actos tienen que ver con los factores que nos rodean y como éstos nos estén afectando. Así conducimos, caminamos, nos movemos, hablamos, nos expresamos y, hasta enfermanmos, dependiendo de nuestro ¨surround¨. Hace una semana, sufrí un accidente doméstico, fue doméstico como pudo haber sido de tráfico o, como peatón. Recuerdo que llegué al parking de casa después de dar una vuelta y, solo se eso, que llegué, pero debió ser de forma autómata ya que a penas recordaba por donde había estado circulando, puede que casa de campo, C/ Alcalá, Gran Vía.. obviamente, el instinto me iba indicando cuando parar en los semáforos y en los pasos peatonales y que ruta seguir pero, en realidad, estaba en otro lugar, en mis pensamientos mas profundos y lejanos. A la hora de la cena, aun no había regresado, seguía ahí barrenandome el cerebro y al freír las croquetas fue el momento en el cual algo en mí decidió poner fin a esa absurda situación y, me queme los dedos de lo lindo, eso sí, terminé de freír las croquetas con todo el dolor del mundo y las serví. Un tercer grado que, pudo haber sido peor aun si, de camino a casa, me salto un semáforo en rojo o, un paso de peatones cuando alguien se dispone a cruzar. Sentía el horrible dolor que no cesaba mas que de bajo el agua fría del grifo. Pasé la noche con la mano metida en un barreñito de agua y, finalmente, de madrugada, debí quedarme dormida. Tan solo hasta el Sábado pasado, fue que no entendí porqué me había quemado y, el porqué de la lógica que anteriormente he explicado. Tan solo el Sábado, después de una semana del suceso, estando acompañada por mi hijo mientras esperábamos ser atendidos en ¨La Bodeguilla de Palacio¨ se acercó nuestro amigo Enrique a decirnos que había para comer y, entonces , al verme la mano vendada me preguntó que me había pasado y le conté... Cuando él mirándome a los ojos volvió a formular una extraña pregunta ; Sila, y ¿eso para que sirve? -refiriéndose a la quemadura- espontáneamente y completamente convencida le contesté; Enrique, esto sirve para encontrarme a mi misma de nuevo, para volver a sentirme. El, miró a mi hijo y le dijo; hay que ver, Arturo, las cosas que dice tu madre... y, se dio la media vuelta y pensativo volvió a su tarea.
Siempre, la vida intenta ayudarnos a encontrarnos cuando estamos medio perdidos, a ponernos en camino de nuevo pero, no siempre nos damos cuenta de que este es el motivo...
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