No se porqué, pero cuando digo que me duele, nadie me ofrece un paracetamol. Cuando digo que estoy cansada, nadie me ofrece una silla. Cuando digo que estoy triste, nadie me intenta alegrar. Cuando digo que no puedo más, nadie me ofrece parar. ¿Será que inspiro poca credibilidad?
No, nena;
ResponderEliminarserá que has acostumbrado a todo el mundo a que eres tan fuerte y quizá a no quejarte nunca que luego no te creen;
es lo que tiene ser una guerrera austral.
Besos.
Sin embargo a veces,tan solo a veces...vamos por la calle y un extraño nos echa una mano ,entonces se comprende una sonrisa en ti.No siempre encontramos lo que buscamos en quien tenemos cerca.
ResponderEliminarUn saludo de nadie.
Igual es, simplemente, que cada uno está a su puñetera bola (hasta que le toca pringar a él, claro: entonces sí pedirá ayuda).
ResponderEliminarCoincido con el comentarista anterior, de nombre inequívocamente dylaniano (o conradiano).
Un saludo.