Se suelen ver todo tipo de objetos depositados alrededor de los contenedores de basura. Objetos que quien se deshace de ellos, sabe que, podrían seguir utilizando. Lo que ocurre es que o bien se han cansado de tenerlo o, aburrido de almacenar sin llegar a haber sido utilizado. Zapatos, es lo que más se suele ver. Hasta les dejan con su cajita y todo. Hace un rato, he bajado la basura y, me he encontrado con 5 cajas de zapatos encima de uno de los contenedores. Por curiosidad he abierto una de las cajas y, que casualidad que se parecían a unos que yo había tenido de pequeña y que tanto odiaba. Tanto era que, hasta escribí a cerca de ellos hace un tiempo.
Allá va:
! Que rabia! Con lo interesante y elegante que era ir a una zapatería por entonces. Es cierto, las zapaterías, antes, antiguamente, eran unos establecimientos de lo más lujoso. Normalmente, enmoquetados o, al menos con un buen suelo y suaves y muy limpias alfombrillas. Los espejos portátiles para poderse ver lo bien o, lo mal que nos quedan los zapatos. El empleado sube y baja al almacén para traer esa torre de cajas con la variedad de zapatos ,que le hemos propuesto que nos queremos probar. El, tan atento nos descalza arrodillándose ante nosotros, para acto seguido , elegantemente, con la ayuda del calzador, nos viste el píe una y otra vez con distintos modelos. Una vez enfundado el zapato, nos aprieta suavemente la puntera con el fin de comprobar que nos queda suficiente espacio entre el dedo gordo y la punta, para así comprobar que es nuestro número y, con gran satisfacción, comentarnos lo maravillosamente bien que nos queda. Una se sentía la protagonista del cuento, cual era ese? ahhh !¨La Cenicienta¨!
!Y antes de entrar, eso era espectacular! tanto zapato maravilloso en ese escaparate rodeado de espejos e iluminado. Uno le echaba el ojo a los que le gustaban, normalmente los más bonitos, pero se acababa uno llevando los mas feos, ya que resultaban ser los más baratos. Todo dependía del dinero que sobrase y, eso, era bastante escaso. Yo lo veía así, como algo muy especial, eso de ir a las zapaterías. Lo que pasaba era que, yo iba siempre de acompañante cuando había que comprar los zapatos a mi prima o a mi hermana, con lo cual, ya sabía de sobra, los zapatos que yo me pondría los próximos 3, o , 4 años. Ya que siempre usaba los zapatos que a ellas se les iba quedando pequeños. Yo era más pequeña en edad que ellas, pero crecía mucho más rápido y, las alcancé enseguida. Un maravilloso día dejaron de valerme todos sus zapatos y, !!que alegría!! por fin van a comprarme zapatos propios !!!mis zapatos!!!
Pues sí, los recuerdo perfectamente, como no recordar mis primeros zapatos. Eran los más horribles que había en el mundo entero. El color era indefinido, medio amoratados. Uno de ellos algo desteñido. Lengüeta de flecos retorcidos hacia arriba y suela de tocino. No eran los que yo había visto en el escaparate, esos tan preciosos de charol. Soñaba con llevármelos puestos pero, eso pensando en los de charol, no estos que me habían encasquetado.
No estaba contenta aunque me los hubiesen comprado exclusivamente para mi. En varias ocasiones me pillaron con las tijeras en mano intentado cortar los flecos y, les raspaba contra la acera con el fin de acabar con ellos pero, estaban hechos a prueba de bombas. Lo curioso de todo esto es, que estaba como loca porque me quedasen pequeños no solo para que me comprasen otros, sino para yo poder tener el privilegio de pasárselos a alguien, seguir la saga. Pero mi número, ya no servía a nadie. Un día les dejé al lado del cubo de la basura, sin poder disfrutar del momento mágico del traspaso.
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A ciertas edades, nuestra vida puede parecerse mucho a un cuento de Andersen.
ResponderEliminarLa verdad es que los zapatos no sé qué tienen pero enganchan .
ResponderEliminarAunque yo sólo tengo dos pares y unas botas .
Lo mío de chica eran los zapatos de charol , me fascinaban .
Besos.